Para esta ruta tan relajante y
propicia para cualquier época del año, elegimos la opción que consideramos más
cómoda que no es otra que plantarnos en la estación de RENFE de Tarragona y
pillar el tren dirección Barcelona hasta la estación de Torredembarra. Un par
de euros (mas o menos), si nos apetece pagar, aunque quizá también se pueda
hacer gratis si el revisor no aparece en ese pequeño trayecto. La cadencia de
trenes suele ser cada hora y si llegamos en coche a Tarragona no hay ningún
problema en aparcar al otro lado de la vía, en el paseo marítimo.
Ya estamos en Torredembarra y en
un par de minutos llegamos a la Playa de esta localidad donde comenzaremos este
recorrido en torno a los 18 km
y no creo que llegue a los 300+.
Un camino de Ronda fácil de
seguir nos mostrará en todo momento el itinerario y con el mar como referencia
será difícil que nos perdamos.
Enseguida llegamos al gran Faro
de Torredembarra que nos dirigirá hacia la bonita población de Altafulla, con
un arena algo incomoda en sus 1100 metros de playa, pero que dispone de un estupendo
paseo marítimo por donde correr.
Al final de la playa topamos con
el espectacular Castillo de Tamarit. Castillo del siglo XII de estilo románico y
que actualmente esta especializado en bodas y eventos similares.
Proseguimos por el camino de
ronda, entre acantilados y bosque para llegar a la siguiente playa: La Playa de
la Mora, de medio kilómetro de largo y que me trae muchos y grandes recuerdos de
la cantidad de paellas que han caído en el
restaurante Moramar.
Al llegar al otro extremo de la
playa tenemos que acceder, sin problema, al interior del camping Torre de la Mora. La senda, marcada,
pasa por dentro del camping ascendiendo hasta la misma Torre.
La Torre de la Mora es una
edificación cilíndrica que podremos admirar durante todo el recorrido. Parece
ser que fue construida por encargo de los lugareños ante la constante amenaza
de los piratas argelinos que se empeñaban en saquear las localidades cercanas.
Cinco siglos después la imponente estampa de la Torre sigue dominando de una
forma orgullosa toda la línea de la costa.
Al ladito mismo de la Torre
podremos salir del camping por una pequeña puerta que abre el vallado y seguir
el mínimo sendero que rodeando el camping nos deja en el Bosque de la Marquesa,
una de las zonas ecológicas más destacadas de todo el litoral, muy rica en
especies vegetales y también minerales en sus calas y rocas.
Siempre me he preguntado quien
era la marquesa. Me
comentaban que era una señora mayor que vivía en Barcelona.
Pues bien, gracias a que el
espacio perteneció a Caridad Barraqué, Marquesa de la Bárcena (que NO Barcenas) y
que ésta aguantó con tesón ante el empuje especulativo de los buitres
constructores, la zona siguió y sigue conservándose virgen, y libre de esa
vorágine destructora. Cuentan por aquí que llegaron a ofrecerle un cheque en
blanco a cambio de su propiedad, diciéndole: "¿Se imagina la de cosas que
podría comprar con él?". Ella contestó: "Solamente me compraría una finca como
ésta, y ya la tengo, así es que nada".
Hoy todo esto sigue perteneciendo
a sus herederos, que no han cambiado de idea.
Las 100 hectáreas de
Punta de la Mora constan de una franja costera en la que crecen praderas de
posidonia (alga que indica el estado de salud del mar), una serie de dunas, el
propio bosque, que se conoce como de la Marquesa, y los conreos o antiguos
cultivos de olivos y algarrobos, que muestran sus troncos añosos y torturados.
El interés del lugar radica, además de en su paisaje, en las distintas comunidades
botánicas que alberga. Destaca la del Limoniun gibertii, una
especie endémica que crece entre las rocas, y el sabinar asociado con palmitos,
lentiscos y pinos piñoneros, que se aferran como pueden a las dunas. Entre la
fauna, lo más singular son los murciélagos, que cuentan aquí hasta con cuatro
especies diferentes. Actualmente la zona también esta protegida bajo la figura
autonómica de espacio de interés natural
El bosque de la Marquesa esta
lleno de senderos, pero no tendremos ningún problema para seguirlos siempre con
la referencia del mediterráneo a nuestra izquierda y de esta manera enseguida
llegaremos a las dos primeras calas que se encuentra allí, la Roca Plana y la cala Becs, aunque
realmente forman una única playita. Cala muy pequeña y encantadora donde los
pinos llegan hasta la misma arena.
Proseguimos por el rompepiernas del bosque,
sacando la cabeza de vez en cuando por ventanas espectaculares que se abren al
mar y así llegamos a la siguiente cala, la Cala Fonda o Waikiki,
flanqueada por duros murallones rocosos y con el acceso un poquito más
complicado. En esta zona mucha gente
aprovecha las propiedades minerales de la tierra amarillenta del cortado, rica
en hierro, cobre y fosfatos para darse un baño de barro y exfoliarse el cuerpo.
Ambas playas son naturistas, aunque sin ningún
problema conviven todo tipo de visitantes siempre con el debido respeto. Pero
lo que si hay que tener claro y recordar es que son playas donde no llegan los
servicios de limpieza y es mucho más importante dejarlas incluso más limpias de
lo que las hemos encontrado.
Tras un par de kilómetros por el
bosque de la Marquesa aterrizamos en la playa Larga donde nos espera primero una zona de
dunas y posteriormente un terreno rocoso que según los entendidos sirvió en época
romana para la extracción de piedras destinadas a la construcción en la Imperial Tarraco.
Si recomiendo una paella o cualquier otro plato Mediterráneo
en el
MIRALL D’ESTIU, creo que estoy recomendando muy bien.
Ahora nos toca casi tres
kilómetros de ruta por la tranquila playa Larga, que dispone de una muy cómoda
zona apelmazada al borde del mar que facilita mucho el correr. Esta zona
también tiene su historia de lucha reciente y es que en el 2005 el presupuesto
de Medio Ambiente proyectaba un paseo marítimo y otros equipamientos como
parkings y otros accesos a la playa, dentro de un espacio natural que
relativamente se conserva virgen.
Esto provocó la inmediata movilización de una
parte de la gente de Tarragona y alrededores y de entidades ecologistas que
formaron una plataforma de protesta, la
Plataforma Salvem la Platja Llarga,
para presionar a las administraciones y de este modo preservar este espacio
natural.
La
Playa Larga enlaza con otra zona rocosa con la senda ya muy
clara que tras pasar por la pequeña playa de los Capellans o Cala Romana nos
lleva hasta la Savinosa,
otra curiosa y bonita playa de 350
m. de largo. Y digo curiosa porque esta es una playa
seminudista. Más o menos el 50 por ciento de playa para cada comunidad. Y por
cierto, allí también ha caído muchas paellas y fideuas en el chiringuito de
Mario, que es el que se encuentra en la zona No Nudista.
Tras la Savinosa seguimos por la
zona rocosa, más agreste en este caso, aunque con pocas dificultades y que deja
a su derecha una antigua y enorme edificación bastante ruinosa, construida en
1929 y utilizada inicialmente como Sanatorio para enfermos de tuberculosis,
pasando después de la Guerra a ser hospicio para huérfanos. Actualmente las
ideas y los proyectos para dicha zona han sido muchos y variados pero me parece
que va a seguir siendo durante mucho tiempo una verdadera ruina.
Tras la edificación aterrizamos
en la playa de l’Arrabassada, ésta ya urbanizada con un bonito paseo en sus 550 metros de playa.
Esta es la playa más familiar de Tarragona, con sus 65 metros de ancha y con
un buen servicio de autobuses urbanos que hace de ella también la más
masificada en los meses de julio y agosto.
Después de unos 500 metros corriendo por
la acera de la carretera podremos salir de nuevo a los acantilados donde nos
encontraremos con una gran figura metálica que parece ser representa a S. Magí
y siguiendo por entre las rocas llegaremos hasta el Fortí de la Reina (Anna Stuart) que ya
nos dejará en la última de las playas, la del Milagro.
Este emplazamiento está cargado
de polémica en los últimos años y es que encontrándose en un estado lamentable
de abandono y ruina, el Ayuntamiento de Tarragona concedió licencia urbanística
estando declarada la zona como “zona verde”.
Con esta licencia se rehabilitó
la zona y se abrió un restaurante de autentico lujo y referencia
en la provincia de Tarragona durante 15 años (1993-2008). Pero tras la
concesión de dicha licencia, la ciudadana Rosa Elias denunció el caso y tras
décadas de lucha, llegar al Supremo e incluso al Constitucional, no quedó otra
que aplicar la ley que obligaba al Ayuntamiento a desmontar a su cargo el
negocio a principios del 2009 pagando una indemnización de 700.000 euros.
Además desde entonces, la Corporación
esta sumida en una demanda de 17 millones de euros que presentó el propietario
del negocio por el lucro cesante.
Y ya estamos en el último
kilómetro que es el paseo marítimo de Tarragona que bordea la Playa del Milagro
donde finalizaremos ésta muy interesante y relajante ruta.